martes, noviembre 14, 2006

Papel pintado*


Desde hace algunos años he encontrado una actividad que me da tanto una satisfacción espiritual como material. Todos me preguntan como lo he logrado y yo simplemente respondo: "Pintando". No soy un pintor famoso que vende sus cuadros en sumas millonarias. Pero si pinto millones.
Empecé pintando billetes del Estanciero. Luego me ofrecieron hacerlo para Monopoly, pero tuve que rechazar la oferta por haber firmado un contrato de exclusividad con los fabricantes del Estanciero. Al principio, pintaba solo en un taller pero al cabo de algún tiempo fui sumando colaboradores y llegué a estar a cargo de unas varias decenas de pintores profesionales de billetes para juegos de mesa. Inclusive se desarrollaron varios juegos nuevos a partir de novedosos diseños que prepare con mi equipo de colaboradores.
El negocio marchaba bien hasta que un día me despidieron por razones de falta de presupuesto y en mi lugar pusieron a una maquina japonesa de última generación que hacia el mismo trabajo en la mitad del tiempo que yo.
Pero por suerte (o desgracia) no era la fábrica la única en crisis. El país también lo estaba y en una de las peores de su historia. Así que enseguida pude encontrar un nuevo trabajo (muy parecido al anterior, pero bastante más significante).
El lunes 1 de Septiembre de 2001 me presenté en la oficina del entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, y le prepuse una solución para su problema de falta de liquidez para pagar los sueldos de sus empleados. Por un momento pensé que me iba a mandar a sacar por sus matones, pero después de pensarlo por unos minutos me miró con su gran sonrisa y me dijo: "Pibe, vamos a hacerlo!".
Durante los siguientes dos meses me dediqué a pintar Patacones. Pinté y pinté y cada vez me pedían más y más. Por ahora sigo pintando. Y agregué a mi book de diseños los de los Lecop, Lecor, Quebrachos y de todo el papel pintado que circula por las calles.
Lástima que me paguen con el mismo papel pintado que yo les hago. Pero mi destreza artística me permite transformar esos papelitos en billetes verdes que se compran a cualquier precio en la city porteña. Simplemente les cambio los colores, les dibujo una cabecita de Washington y los vendo en una cueva de la calle San Martín.

(*) Esto lo encontre ayer en la computadora cuando ordenaba unas carpetas viejas. Si no me equivoco lo escribí de mediados de 2002.

sábado, noviembre 11, 2006

Sentencia

Escenario: tren al mediodía (dirección Retiro - Tigre).
Personajes: dos muchachas que son amigas.

Muchacha A: Los lunares ya fueron. Este es el verano de las rayas.
Muchacha B: ¡Ay, si, me encantan las rayas!
Muchacha A: Lastima que a vos las rayas no te quedan bien, te hacen más gorda!

Es sólo una cuestión de actitud.

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